Hoy va a ser un día durillo... porque a la felicidad de que mi hija me abrace y me felicite, se une la tristeza de que yo no tengo a mi madre conmigo, para abrazarla y felicitarla.
Mañana hará dos años que ya no la tengo conmigo, y parece que fue ayer que me daba "sabios consejos", aunque el más importante fue su vida misma, su ejemplo.
No la tengo conmigo, pero todavía sigo recibiendo su mejor regalo: el orgullo de su recuerdo. La certeza de que fue una persona maravillosa, como me lo demuestra cada llamada de sus amigas, que encierra todo el cariño que de ella recibieron, y que ahora ellas nos devuelven a nosotros, casi sin darse ni cuenta, a mi hermano y a mí. Y es una enseñanza, para mí lo es.
Así que voy a hacer "como las abuelicas" estas que dicen "más sabe el diablo por viejo que por diablo"... y os repito, como digo alguna vez: no olvideis llamar a vuestras madres, o mejor, ir un momentin a su casa, y darles un abrazo bien fuerte, y decirles cuánto las quereis. Es importante para ellas, pero creedme, también es importante para vosotr@s. Los únicos abrazos que duelen son los que no se dan.
Yo perdí a mi padre cuando sólo tenía quince años y aprendí muy bien la lección,hay que exprimir cada segundo que pasamos aquí y expresar,demostrar o cómo lo quieras llamar,lo que sientes a quien quieres.un beso
ResponderEliminarTe leí esta mañana pronto, pero desde el reader y no te comenté, y pensé en ti también al escribir mi post hoy. Gracias a ti, y a tu madre, quiero mejor a la mía. Un abrazo apretao Elena.
ResponderEliminar