jueves, 31 de julio de 2014

Algo no marcha bien

Pilar tiene 45 años.

Tras más de 20 años trabajando como autónoma tuvo que cerrar su tiendecita de botones y cremalleras porque la crisis se la llevó por delante. Como buena autónoma sin derecho a nada, no cobró ayudas, ni subsidios, ni nada de nada. Un autónomo, según dicen  las mutuas cuando algún ingenuo que cotizó por ello va a pedirles la prestación por cese de actividad, "cierra porque quiere" y no tiene derecho ni a la pena.

Pilar engancha en todo lo que se le pone por delante: en una panadería donde el jefe les obliga a vestirse la camiseta de su equipo de fútbol cuando hay partido... en una papeleria donde todos son jefes porque trabaja el padre, la madre, la hija, el hijo, la novia del hijo... cada uno cuando quiere y como quiere, pero a la hora de echar culpas, ya se sabe quien se las lleva... trabajos temporales, mal pagados, sin horarios y muchas veces sin respeto. Todo sea por ganarse un sueldecito, y cotizar.

Hoy Pilar está contenta. La han llamado de una empresa de limpieza, para ir a limpiar en oficinas. Le han prometido tres meses de sustituciones de vacaciones. Ha cobrado la primera nómina, y está contenta: 490 euros por 15 dias de trabajo sólo de mañanas. Muchas horas, pero sólo de mañanas. Puede pasar las tardes con su hija, aunque acabe molida por los madrugones que se pega.

Se encuentra con Roberta, en situación, en principio, similar a la suya: sin trabajo, con hijos, y que se lamenta continuamente de su suerte. Le cuenta lo que ha ganado, lo contenta que está porque le han dicho que el mes que viene la llamarán de nuevo... no el mes completo, no jornada completa, pero "algo es algo"... y todo sea por meter cabeza. Le comenta que pruebe a enviar su curriculum, quizá tenga suerte y la llamen también.

Bah, le dice Roberta... ¿490 euros por levantarte a las 6 de la mañana, llegar a comer casi a las tres, pasar calor, pagar autobús...? Sin madrugar, ni pasar calor, ni mover un dedo gano casi lo mismo... porque cobro el subsidio y como no tengo ingresos... me lo van renovando. Yo por ese dinero ni salgo de casa.

Pilar se queda de piedra. Se siente feliz por haber ganado ese dinero, por haber "metido cabeza" en un trabajo donde la aprecian y en el que, aunque parezca mentira, se siente a gusto porque aquí la tratan con respeto.

Y yo me pregunto: ¿qué está fallando aquí? ¿qué marcha mal cuando se puede dar esta situación... de una persona que se permita no querer trabajar, y casi reirse del que lo hace, porque gana lo mismo sin hacer nada? ¿qué clase de ciudadanos somos que lo oimos y callamos? ¿qué sociedad o qué cultura genera esta forma de ser o pensar?

Mi padre, hace muchos años, me dijo una frase un día que empecé a decir lo que haría si me tocara la loteria: "Nunca aspires a nada que no hayas ganado con tu trabajo". Se me quedó grabado. Lo recuerdo muchas veces. Creo que es un buen lema. Pero hay gente que tiene otros principios.

Y CONSTE: sé que hay gente que come gracias a los subsidios. Gente que lleva meses y años levantándose por la mañana a buscar trabajo, y se engancha a lo que sea, sea por un dia, por dos horas o una semana. Sea de "lo suyo" o de lo que no ha hecho nunca. Que si les sale curro para una tarde piensan que quizá su mala racha pueda haber comenzado a terminar. Y que si no les sale intentan que el desánimo no se apodere de su vida. Lo sé y a la cabeza me vienen varios nombres y apellidos. Personas que nunca pensaron verse en esa situación.

Por eso me revienta la gente que no sólo hace de los subsidios  y las ayudas su medio de vida... sino también su modo de insultar y humillar  a gente que como Pilar a estas horas ya duerme porque mañana se levantará a las 6 de la mañana, y lo hace con una sonrisa aunque le duelan los riñones o el friegasuelos le haya hecho salir sarpullido en las manos.

Aclaro: Los nombres, edad y profesión son "maquillados" pero la conversación, total y absolutamente real.

domingo, 13 de julio de 2014

Cumpleaños feliz

Hoy es mi cumple. Cumplo 44. Y estoy feliz. FELIZ, porque pese a las ausencias, pese al recuerdo de felicitaciones que hace unos años que no tengo, tengo motivos para ser FELIZ, así con mayúsculas.

El principal, el más importante, el 99,99%... la salud de los míos. Ese es mi mejor regalo, el más importante, el único que quiero este año, y el próximo y todos los cumpleaños que tengo por delante. Que estemos los mismos que el año pasado... los que faltan no volverán por mucho que los añore... por mucho que recuerde su último tirón de orejas, las últimas velas que soplé con ellos, o por mucho que relea sus felicitaciones de años pasados.

Esta mañana he abierto los ojos y tenía frente a los míos los ojos de mi hija y una sonrisa de oreja a oreja.

Esa es la felicitación que quiero, no necesito más.