viernes, 24 de junio de 2011

La importancia de los recuerdos propios o ajenos

Hace mucho tiempo leí por algún sitio, no recuerdo dónde, un comentario que hacía referencia respecto a qué salvarías de tu casa en caso de que sólo pudieras salvar unas poquitas cosas. Hacían referencia, eso si lo recuerdo, a un incendio. Y hablaban de la importancia de los álbumes de fotos.

Y es cierto... ahi es donde están muchos de nuestros recuerdos, de nuestra infancia, de las personas que ya no están con nosotros, de momentos alegres, la mayoría... Y si un día los perdieras... es como si perdieras un poco de todo eso. Si os fijais, cuando salían en la tele los habitantes de Lorca, muchos de ellos salían con cuadros de fotos, de sus casas.


Llevo un tiempo mirando, buscando fotos familiares. Es como si quisiera "amarrar" muchos recuerdos, como si quisiera que no se fueran... mi hija también... me pide fotos de su yaya para poner en su cuarto. He llorado mucho al ver que no tengo demasiadas fotos de mi madre y de mi hija, juntas. Y me siento absolutamente estúpida porque no consigo encontrar una de las tres... no por no encontrarla... sino porque creo que no llegamos a hacernosla jamás. Al menos me queda el consuelo que la última navidad nos hicimos una foto muy bonita mi madre mi hermano y yo. Apenas tengo fuerzas para mirarla... porque me echo a llorar... pero es una foto preciosa y algún día la pondré en algún lugar de mi casa, porque me encanta tener fotos familiares por toda la casa.


Pero aparte del tema fotos... hay otro tema que hoy precisamente me está haciendo llorar... no sé si es que ya ando cansada del curro... o que justo hoy mis padres hubieran cumplido 42 años de casados... y ando sensiblona... o qué... pero me ha dado por pensar... que tan importantes como los recuerdos propios, son los recuerdos ajenos. Esas historias que te cuentan tus mayores, y que de algún modo han influido en la familia, y en lo que tú eres hoy. Historias de abuelos, de vecinos, de amigos de la familia, de cosas que andan por casa y que no sabes qué historia tienen hasta que un día alguien te lo cuenta... Historias que a mí mis abuelos apenas tuvieron oportunidad de contarme, porque murieron pronto. Historias que mi padre nos contaba... siempre con un toque de humor. MI padre que era de aspecto serio, y que de primeras inspiraba respeto... cuando empezaba a contar historias y anécdotas se convertía en el centro de las risas de las reuniones familiares. Historias que mi madre nos contaba... desde el cariño, desde la nostalgia... historias de tiempos dificiles, de problemas graves... pero que como ella siempre decía: se solucionaban en armonía y compartiendo todos.


Y hoy no sé porqué... me he dado cuenta de repente que esos recuerdos se han acabado para mí. Que tantas veces que le dije a mi madre: mamá... eso ya me lo has contado mil veces... o ... mamá... tengo prisa, ya me lo contarás más tarde... De repente... piensas... me lo he perdido todo... Ahora no tengo a quién preguntarle "por parte de quien" es esa prima de mi madre que me llamó tan cariñosa a los dos dias del funeral... o de qué manera podría localizar a su amiga de la infancia, la que se metió monja de clausura, no sé dónde... ni su receta de las albóndigas... ni cómo seguía aquella cancioncilla que le cantaba a mi hija para dormir... porque el otro día se la quise cantar yo a mi sobrino y he descubierto que no me acuerdo...


Y me he dado cuenta, nuevamente demasiado tarde... de la importancia de los recuerdos propios, pero también de los recuerdos ajenos.

martes, 14 de junio de 2011

Dona sangre. Reparte vida.

A lo largo de la pasada convalecencia de mi madre, tuvieron que ponerle varias veces sangre y plaquetas. La primera vez, cuando su tercera operación, fueron 9 bolsas de sangre. Luego... a lo largo de los dos meses... fueron muchas, muchas más. No me atrevo a dar una cifra, pero si digo que fueron más de 25, no exagero en absoluto.

Después de la operación de las 9 bolsas, que parecía que todo iba a solucionarse, me gustaba pensar que mi madre le debía la vida a 9 personas maravillosas que habían dedicado un poquito de su tiempo en ir a donar sangre. Y con esa sangre, habían repartido parte de su vida con mi madre.

Finalmente, no pudo ser... mi madre no salió adelante. Pero esa enorme gratitud que siento hacia esas personas que quisieron repartir su vida con mi madre, sin saber que iba a ser ella la receptora, sigue ahí.

Y por eso, aunque yo soy de las que me mareo cuando me hacen un análisis, en cuanto pasen estos dias que llevo de tanto ajetreo... me voy a ir a donar sangre. Con avisar: cuidado, que igual me voy al suelo... todo resuelto. Y quien sabe... quizá un día otra blogera vea salir adelante a su madre, gracias a 9 personas que fueron a repartir vida.

Me acabo de enterar que hoy es el dia mundial de los donantes de sangre.

Felicidades a todos los donantes, que dais la posibilidad de luchar a las personas que reciben vuestra sangre.

sábado, 4 de junio de 2011

El ratoncito Perez

El ratoncito Perez ha venido esta noche a mi casa.


La verdad es que para mí ha sido un poco inoportuno...


Podría haberse adelantado unos meses... mi madre, que tenía una sensibilidad especial para estas cosas, hubiera contado a mi hija historias maravillosas sobre el ratoncito, los dientes que se caen y los regalitos que te trae el bicho en cuestión. Mi madre y mi hija hubieran compartido esas historias, y yo hubiera aprovechado, además, para preguntarle definitivamente si a mí me trajo regalito sólo en el primer diente, como yo aseguraría, o en todos, como dicen mis amigas que es la costumbre.


También podría haberse retrasado un poco... total mi hija aún no ha cumplido los 6, lo que ocurrirá en diciembre... de ese modo... las heridas y los sentimientos estarían un poco más cicatrizados, y no me dolería tanto "esta primera vez sin la yaya".


Pero bueno... lo hemos capeado como hemos podido: cada vez que me enseñaba cómo se movía el diente he hecho mucho teatro, muchas palmas, muchas historias... Y ayer, cuando al ir a buscarla al cole me enseñó que se le había caido en clase... hice fiesta, teatro, palmas y me tragué las lágrimas que vinieron a mis ojos al recordar que seguro en ese momento hubiera cogido el móvil para contárselo a la yaya. Y no fui la única en recordarlo... justo en ese momento mi hija miró al cielo y me preguntó si la yaya estaría en esa nube... a lo que le dije que sí, seguro, para ver en primera linea el diente que se le habia caido.


Esta noche hemos dejado el diente debajo de la almohada... pero tonta de mí... no recordé la importancia de encontrar el regalo en el mismo lugar...y como era un poco abultado... un maletin de pinturas... no lo dejé alli, sino a los pies de la cama. Y mi hija se ha despertado hecha un mar de lágrimas al no encontrar su regalo bajo la almohada. Me he sentido torpe y tonta por no caer en ese detalle tan importante.


Lo peor, ha sido su pregunta: ¿mamá... pero el ratoncito existe de verdad?