viernes, 11 de noviembre de 2011

Amor a los libros

El otro día, leyendo uno de mis blogs favoritos, y que descubrí hace poco, vi este post.

Y de repente me acordé de una de esas miles de cosas que siempre tienes pendientes por hacer... una de esas cosas que quieres hacer en vacaciones, cuando tienes tiempo, pero que luego no haces porque siempre surge algo más urgente, o simplemente, porque llega vacaciones, y te olvidas.

Ir con mi hija a la biblioteca.

Asi que este martes nos fuimos las dos a la salida del cole. Mi hija iba entusiasmada, le habia avisado de que era como una ludoteca, pero con libros, no con juguetes. Que había una sala infantil, y que en ella podía ver miles de libros para niños, y que podía leerlos allí y llevarlos a casa, para cuidarlos muy bien y devolverlos una vez leidos. 
La verdad es que verla tan ilusionada me hizo temer que quizá se pudiera desilusionar... pero para nada.

En primer lugar: eso de sacarse un carnet con su foto, es algo muy importante.

En segundo lugar, la sala infantil me gustó muchísimo, incluso a mí. Eso de poder coger libros, ojearlos, leer un poco de los que parecían más interesantes, ver a otros niños hacer lo mismo... Como que nos tiramos dos horas y parecieron dos minutos.  Además, cogimos dos libros para ella y otro para mí.

Ayer volvimos de nuevo. Y de nuevo la misma ilusión, las mismas ganas...

Yo aprendí el amor a los libros, más bien, el amor a la lectura, de mis padres. Mis padres tenían una biblioteca tremenda, en el despacho de casa. De libros que se podían tocar, coger, pasar hojas, sin pedir permiso, desde muy niños. No eran libros de adorno o de no los toques que se rompen. Es cierto que alguna hoja hay por ahi un poco lastimada, víctima de niños (mi hermano y yo) igual un poco torpes... pero nunca me reprendieron por coger un libro. Las únicas disputas que hubo en mi casa, ya de más mayores, era por leer el primero el periódico...jajajaja... Es que cogerlo después de que lo ha leido otro supone que igual ya está un poco descoyuntado... sobre todo el Heraldo de Aragón... los que me leais de Zaragoza recordareis el tamaño sábana que tenía Heraldo hasta hace unos 15 años... mi padre se tapaba la tripa con él cuando se dormía la siesta en el sillón...ajjajajaj.

En mi casa no hay tantos libros, no tengo tanto espacio... pero mi hija ya me ha reordenado las estanterias unas cuantas veces: por colores, por tamaños, por bonitos-feos... Por el camino, lee algún que otro título, o me va preguntando si este lo he leido o no y si me gustó.

Creo que es muy importante el amor a los libros: te ayudan a expresarte mejor, a no tener faltas de ortografia, a adquirir vocabulario... pero hay algo más, y que es más importante: te abren mundos que de otro modo no conocerías, sean reales o fantásticos, te ayudan a alejarte de lo feo que te rodea, de lo que te preocupa o pone triste... es como si todo desapareciera...

domingo, 6 de noviembre de 2011

Echo de menos...

Nuestras charradas los domingos por la mañana, de todo y nada, mientras mi costi y mi hija aún dormían...

El cafecito de primera hora de la mañana, camino de la oficina, cuando entraba "diez minutines, que se me ha hecho tardísimo".

Que sonara el teléfono justo cuando yo misma iba a marcarlo.

Cotillear de los programas del corazón y que me contaras la última ruptura de la Esteban, y que te enfadaras cada vez que te decía que esos programas son un montaje y que todo es un guión, como en una película. "Pues para ver desgracias en el telediario prefiero ver eso, y al menos me entretengo".

Que me hablaras del último libro que habías leido, o que me contaras qué libro habías comprado.

Tu voz cantarina al abrir la puerta por las tardes, cuando te llevaba a Sara para merendar.

Echarte la bronca por darle chocolate.

Las canciones que cantabas a tus nietos, para que durmieran.

Poder llamar a preguntarte cómo haces tal o cual guiso, que yo no me acuerdo.

Que me echaras un grito cuando llueve y  me da la neura por mis problemas acuáticos.

Tu tortilla de patatas.

Que me digas "abrigaté más, que vas ligera de ropa, mira que hoy hace cierzo"

Que me preguntes qué regalo quiero para Navidad y te enfades cuando te digo que no necesito nada.

Las historias familiares que nos contabas. Ahora es como si me quedara sin pasado.

Enfadarme contigo, pedirte perdón.

Decirte que de tan buena que eras, cuando te murieras te ibamos a hacer santa.

Tu olor, tus manos, tu voz, tu risa, tu mirada, tu sonrisa...

Echo de menos tus conversaciones con mi hija, la paz y calma que le transmitías. Lo feliz que ella era contigo. Todo lo que hubieras podido compartir con ella, todo lo bueno que le hubieras podido enseñar. Los ratos que os habeis perdido.

Tus consejos.

Hoy hace seis meses que ya no te tengo, y cada vez te echo más de menos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Pequeñas decepciones...

Hoy he tenido dos pequeñas decepciones.

La primera... no demasiado grave. Nada que no cure el tiempo y un par de platos de morcilla... :)
Y es que esta mañana han pasado a recogerme a la oficina El Caballero de la Rosa Azul, y su Bella Dama, Lamamma... y nos hemos ido a donar sangre. Ya comentaba en otro post por aquí que quería vencer mis miedos, y donar.
Total... que una vez convencida... voy y resulta que estoy baja de hierro... no he podido donar.
Ha sido para mí una pequeña decepción. Pero no pasa nada. Como soy maña de pura cepa, por parte de padre y madre, del mismo centro de Mañolandia... ahora ya es cuestión de cabezonería... amenazo con volver... la semana que viene a la otra... y donaré, vaya que si donaré.

La segunda... me ha dejado un poco plop. Os cuento: esta mañana he salido tempranito de casa, a eso de las 8 de la mañana. Aclaro que vivo en un parque, y para pasar del parque a la avenida hay una zona de porches. PUes bien, al atravesar esos porches, me ha llamado una mujer. Sería de mi edad, más o menos. Indigente. Con un perro. Me ha llamado a lo lejos, pero esperando que me acercara yo a ella, y no ha hecho gesto de acercarse, más bien al revés, si me acercaba mucho, ella daba un paso hacía atrás, no sé, como no queriendo molestar.
Me ha dicho que perdonara por molestarme, que veía que iba a paso ligero "igual llegas tarde a trabajar"... me ha contado que lleva unos dios durmiendo en el parque, que el perro lo había encontrado por allí, y que una vecina le había dado una correa y pienso para el animal. Que iba a ir a comer al Comedor del Carmen (es una parroquia de Zaragoza que lleva muchos años dando de comer a indigentes y gente necesitada), pero que esta noche había llovido, y aunque se había refugiado en los porches, tenía frío. Y que si le podía dar para tomar un café caliente. Que le perdonara por molestarme, y por hacerme parar camino de dónde fuera. No soy de dar dinero en la calle... Pero he pensado que efectivamente... pasar la noche en la calle, con la que ha caido... tenía que estar destemplada... Y que al menos me estaba contando su historia, para pedirme dinero para un café, en vez de sacarme una navaja para exigirme la cartera. Y he pensado que con esta crisis estar a un lado o al otro de la historia, es cuestión de suerte, muchas veces. Asi que le he dado... para más que un café. Alargando la conversación... ya tenía el dinero... aún me ha preguntado si sabía si en el comedor tendrían duchas para asearse, porque hacía dias que no había podido lavarse en condiciones. Le he dicho que no lo sabía, pero que preguntara allí, que seguro le podían orientar. Y me ha dejado pensativa, la verdad.

Después de la decepción de la no donación, ha llegado la segunda... porque a la hora de comer, bastante lejos del Comedor del Carmen, lo que son las casualidades (de las que hablaba Mari Luz el otro día en su blog)... la he visto...he pasado a su lado,  justo al lado de casa de mis suegros. Estaba en la puerta de una tienda de alimentación, no le habían dejado entrar... supongo que por el perro... y estaba pagando un brik de vino. No me ha visto... pero era ella... sin lugar a dudas. Y no sé... me he quedado un poco plop...  Y no porque estuviera gastando el dinero que seguramente le habrán dado a lo largo de la mañana otras personas como yo... sino porque ni estaba comiendo en el comedor, ni tampoco estaba preguntando por esa ducha... no sé... me ha dado mucha pena...